El feudo más típico comprendía tierras cultivables, bosques, fincas, villas e incluso varias parroquias.
La parte más importante del feudo era el castillo o fortaleza que lo delimitaba. Al medio del castillo se elevaba una torre señorial con su atalaya. Además, contaba con edificios y patios rodeados por gruesos muros provistos de almenas y un profundo foso. Para entrar al castillo había que bajar un puente levadizo y subir un grueso portón.
Al lado del castillo se emplazaban los almacenes, talleres, establos, hornos y molinos. En las cercanías estaban la villa, las modestas casas de los siervos y la capilla.
Los campesinos cultivaban la tierra en beneficio del señor o bien en beneficio propio, pero pagando un censo (pago en especies). Los villanos (vecino que habita una villa o aldea, a distinción de noble o hidalgo) elaboraban el pan, la cerveza y el vino, hilaban y confeccionaban sus muebles.
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